El Arca de Noé: Universidad de Puerto Rico en Bayamón (2015)
Tardé mucho en comprender las formas en que la imagen del Arca que veo todos los días en mi casa ilumina esas instancias anticipadoras y la tensión entre el fracaso y la utopía. Como decía Albert Hirschman, el autor de A Bias for Hope, es preciso navegar contra el viento y aprender a amar la incertidumbre. Hoy vivimos días de desilusión, en gran parte debido a que la riqueza humana y cultural queda dogmáticamente reducida a la figura única del homo economicus. La supuesta racionalidad de la llamada “lógica del mercado” disminuye la sociabilidad política y nos deja reducidos como simples sujetos de vida económica en manos de políticos y mercaderes. Lo ha planteado con gran claridad Wendy Brown en su reciente libro Undoing the Demos. Es una máquina aplanadora que pone en riesgo las expectativas de democracia igualitaria y se ensaña contra todo lo público. Se pone así en peligro una educación que en Puerto Rico –a pesar del permanente doble filo de la condición colonial– abrió la posibilidad de que otros sectores sociales sin pasado familiar ilustre y sin linaje académicos participaran en la vida intelectual y profesional antes dominada por las élites. En estos tiempos de guerra y de desigualdad, y de los campos de refugiados, Puerto Rico encarna la catástrofe financiera. Frente al triunfo de ese economicismo, es necesaria la función utópica de la crítica. También se hace preciso insistir en el homo ludens, en la importancia de las utopías estéticas que nos permiten imaginar mundos alternativos, o, para decirlo con Agamben, “la comunidad que viene.”
Imagen del programa de la Lección Magistral. Retrato de Díaz-Quiñones del artista Antonio Martorell; y grabado de Raquel Quijano, de su libro de artista Esta noche he pasado por un pueblo de negros.